El tiempo es el mayor de los regalos. En esta sociedad, que vive en la inmediatez, en el ya y ahora, en el quítate tú que me pongo yo y en da lo mismo lo que digan de uno, lo más importante es hacer ruido y que hablen de uno.
Los seres humanos somos una preciosa obra de arte en movimiento. Cada uno de nosotros irrepetibles, únicos y especiales.
Preciosos cuadros renacentistas, barrocos, flamencos, impresionistas, surrealistas, abstractos e hiperrealistas. Cuyos colores son la generosidad, la valentía, la responsabilidad, la elegancia, el coraje, el estilo, la fidelidad, la educación, la honestidad, el servicio a los demás, la belleza exterior e interior, el respeto y la bondad.
Y así es como deberíamos mirarnos los unos a los otros. Como lo hacemos anonadados a los pies de una pintura. Admirando los valores, las virtudes, las destrezas y las habilidades que poseemos.
La misma admiración que mostramos en los museos sería la clase de comportamiento que cambiaría el desarrollo y la evolución de una sociedad, que parece que se ha parado en el tiempo. ¿Lo intentamos? ¿Qué os parece?
Qué bonito. A mí desde luego me parece muy bien Pelayo. ¡Vamos a intentarlo!
Claro que sí! De hecho, no solo vamos a intentarlo, ¡vamos a conseguirlo!
Te agradezco de corazón tus palabras.
Un abrazo
Madre mía me has emocionao Pelayo
Mi más sincera gratitud por tu comentario Marta. Me alegro que la reflexión te haya llegado al corazón. Gracias!