Si tratas a los peones como reyes dentro de un tablero de ajedrez puedes, con movimientos cortos acabar ganando la partida. Ahora bien, no todo el mundo sabe ser peón, me explico. Paciente, luchador, noble y sacrificado. No se estila en una sociedad insaciable, superficial y enferma. Nuestro Rey está en jaque mate.
Y, ahora bien ¿Que vamos a hacer para ganar esta partida que está perdida?
Necesitamos volver a esa espontaneidad de cuando éramos niños -como los movimientos de los caballos fluyendo en el tablero- a ser valientes, atrevidos y sin temores como los alfiles defienden a su majestad. A poseer valores como la lealtad, fidelidad y nobleza como las torres que llevan la amistad al fin último de sus vidas. Y así, formar a los líderes del futuro, que organizarán coordinarán y supervisarán, como si de reinas se tratasen en este juego de estrategia, en el que se ha convertido el mundo.
Y así revertir el destino de esta última jugada que nos acerca al abismo de la deshumanización. Depende de nosotros. No es imprescindible ser un maestro de ajedrez. Simplemente ser aprendices sedientos de ilusiones, sueños y deseos en este ajedrezado universo,
¿JUGAMOS?