Decía la madre de un gran amigo al cual admiro; “Antes de juzgar ponte una foto de tu familia delante”.
Siempre he pensado que no soy quien para juzgar la vida de otros. Bastante tengo yo con mis propias equivocaciones, fracasas y errores para encima juzgar la de aquellos que me rodean.
El verbo juzgar conlleva implícitamente; sentenciar, decidir, fallar, opinar, reputar, opinar, valorar, apreciar, dirigir y arbitrar.
Los juicios sobre seres humanos que no conocemos son sinónimo, de envidias, de comparaciones, de egos, de orgullos y de soberbias.
Nadie debería juzgar a otro ser humano por su tez, su cultura, su lengua o su religión, sino por sus valores, su servicio a los demás y su corazón. Ahí es donde radica la importancia del individuo.
El como uno viva esos momentos que forjan la existencia del prójimo dirá mucho de la suya propia. No olvides. Se es reflejo del de enfrente.
Es inverosímil ser juez y jurado. En mi humilde opinión imposible si quieres llegar a un veredicto acertado. Así que, mejor observar, sentir y escuchar el silencio. Ese será tu mejor aliado.
¡Tú eres el espejo donde te miras!