Lamentablemente, la vida es tan corta para no ser feliz, para no amar, para no creer, para no soñar, para no reír, que tenemos la obligación de vivir intensamente este único, excepcional e irrepetible viaje.
Yo hace tiempo que al orgullo lo trato como si de un balón de fútbol se tratara: lo chuto lo más lejos posible. Al ego lo dejo en soledad para que aprenda del silencio. Y al odio. Al odio, lo mandé de viaje muy lejos sin billete de vuelta. Pero sé que hay muchos seres humanos que no lo conseguirán. Aun así, no los juzgo. Los acepto, los comprendo y los combato.
Aunque nuestro proyecto de vida no sea el mismo, intento que se apunten a la filosofía del dar, que no es otra que la de amar sin esperar nada a cambio.
Las ciencias exactas no existen aunque la gente se empeñe en decir que dos más dos son cuatro. La realidad no es ésa. Más bien, es un tema de corazón, de emoción y de sensación. Una ciencia inexacta.