LA SALA DE ESPERA

¿Quién no ha tenido esta percepción durante esta pandemia?
La de estar sentado, en una sala angosta, con no mucha luz y un mobiliario que recuerda a los años sesenta.
Parecería que estoy describiendo un lugar cualquiera de un sitio cualquiera. Pero no, no es un lugar cualquiera de un sitio cualquiera; es el hotel con las camas más caras del mundo; lechos que nadie quiere ocupar. El Hospital.
La razón por la que escribo estas letras, no es otra que la de miles de familias que han atravesado una situación tan dolorosa, trágica e inhumana.
Solos, en ciudades que no son las suyas y con gente alrededor que no conocían. Es impresionante cómo la vida de un ser humano puede cambiar tanto en apenas unos segundos. ¡¡¡Qué poca cosa somos, en realidad!!!
Los pensamientos se centrifugan en la cabeza de un individuo, cuando se encuentra ante el abismo de la debilidad humana. Es como tener una montaña rusa en el estómago. Mezcla continua de emociones y sensaciones, de sentimientos y de pasiones, de sueños e ilusiones.
Las conversaciones son normales, los compartimentos son normales, los gestos son normales. Al final, tras el sufrimiento inicial, somos una especie camaleónica, nos acabamos adaptando.
El tiempo se ataja de la mejor forma posible, ante la espera.
Algunos, haciendo calceta; otros, escuchando música, y otros leen.
Dentro de la sala de espera de un hospital.. Hay días … y clases de días. No comprenden de fiestas; entienden de enfermos y de cura.

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